Eclesiastés-8

(Reina Valera 1995)

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  • 1 ¿Quién como el sabio? ¿Quién como el que sabe interpretar las cosas? La sabiduría del hombre ilumina su rostro y cambia la tosquedad de su semblante.
  • 2 Te aconsejo que guardes el mandamiento del rey, por el juramento que pronunciaste delante de Dios.
  • 3 No te apresures a irte de su presencia, ni en cosa mala persistas; porque él hará todo lo que quiera,
  • 4 pues la palabra del rey es soberana y nadie le dirá: «¿Qué haces?»
  • 5 El que guarda el mandamiento no conocerá el mal; el corazón del sabio discierne cuándo y cómo cumplirlo.
  • 6 Porque para todo lo que quieras hay un tiempo y un cómo, aunque el gran mal que pesa sobre el hombre
  • 7 es no saber lo que ha de ocurrir; y el cuándo haya de ocurrir, ¿quién se lo va a anunciar?
  • 8 No hay hombre que tenga potestad sobre el aliento de vida para poder conservarlo, ni potestad sobre el día de la muerte. Y no valen armas en tal guerra, ni la maldad librará al malvado.
  • 9 Todo esto he visto, y he puesto mi corazón en todo lo que se hace debajo del sol, cuando el hombre se enseñorea del hombre para hacerle mal.
  • 10 Asimismo he visto a los inicuos sepultados con honores; en cambio, los que frecuentaban el lugar santo fueron luego olvidados en la ciudad donde habían actuado con rectitud. Esto también es vanidad.
  • 11 Si no se ejecuta enseguida la sentencia para castigar una mala obra, el corazón de los hijos de los hombres se dispone a hacer lo malo.
  • 12 Ahora bien, aunque el pecador haga cien veces lo malo, y sus días se prolonguen, con todo yo también sé que les irá bien a los que a Dios temen, los que temen ante su presencia,
  • 13 y que no le irá bien al malvado, ni le serán prolongados sus días, que son como sombra; por cuanto no teme delante de la presencia de Dios.
  • 14 Hay vanidad que se hace sobre la tierra, pues hay justos a quienes sucede como si hicieran obras de malvados, y hay malvados a quienes acontece como si hicieran obras de justos. Digo que esto también es vanidad.
  • 15 Por tanto, alabé yo la alegría, pues no tiene el hombre más bien debajo del sol que comer, beber y alegrarse; y que esto le quede de su trabajo los días de su vida que Dios le concede debajo del sol.
  • 16 Yo, pues, dediqué mi corazón a conocer sabiduría y a ver la faena que se hace sobre la tierra (porque hay quien ni de noche ni de día retiene el sueño en sus ojos);
  • 17 y he visto todas las obras de Dios, y que el hombre no puede conocer toda la obra que se hace debajo del sol. Por mucho que trabaje el hombre buscándola, no la hallará; y aunque diga el sabio que la conoce, no por eso podrá alcanzarla.
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